Reportaje



Don Quijote en la Generación del 98: La ruta de Don Quijote



En el año 1898 se produce un acontecimiento que calará hondo en las vidas de los españoles: la pérdida de las últimas colonias en América. Hasta entonces, España había estado caracterizada por un gran orgullo nacional; los españoles se creían invencibles, y no era para menos teniendo en cuenta la importancia que había tenido el país en época de los Reyes Católicos, cuando España había sido uno de los imperios más grandes de Europa. Tras la pérdida de la guerra hispano-estadounidense en 1898, España se sume en una honda depresión, que queda reflejada en la cultura gracias a un conjunto de intelectuales nacidos entre 1864 y 1876, y que a partir de entonces serán conocidos como la Generación del 98.

Una de las características de estos literatos será la ensalzación del periodo de mayor esplendor de la literatura española: el Siglo de Oro, cuyo máximo exponente es Miguel de Cervantes con su Don Quijote de La Mancha. Entre los integrantes de esta generación de escritores, destacan las obras de Unamuno, Baroja, Azorín y Maeztu, quienes escribieron artículos, ensayos e incluso libros sobre el tema. Y, además, entre las revistas más destacadas de la época, en las que publicaban estos autores, estaba una que recibía el nombre de Don Quijote, la cual fue fundada por Eduardo Sojo en 1892.

El primer escrito de la Generación del 98 de temática quijotesca es Vida de Don Quijote y Sancho (1905) de Miguel de Unamuno. Tras el desastre del 98, Unamuno inicia un viaje hacia el pasado español, hacia la España más castiza, y se topa con Don Quijote de La Mancha, por lo que no puede evitar escribir sobre esta magnífica novela. A partir de este libro, Unamuno hace referencia a El Quijote en innumerables ocasiones en sus posteriores artículos, como en el ensayo “El Caballero de la Triste Figura”, en el que hace una reflexión sobre la importancia de la figura de El Quijote para la cultura española.


Pero en esta ocasión nos centraremos en otra obra bien distinta, que se aleja de la ya consabida interpretación filosófica que Unamuno imprime a todos sus escritos. Hablemos de La ruta de Don Quijote (1905) de Azorín.

A lo largo del año 1905, Azorín publicó una serie de quince crónicas de viaje en el diario El Imparcial, en las que recorría las vastas tierras manchegas. La intención de Azorín era calzarse las botas del propio Don Quijote de La Mancha, y recorrer todos los lugares que este había recorrido en la novela de Cervantes. Así, Azorín atraviesa Argamasilla de Alba, Puerto Lápice, Ruidera, Criptana, El Toboso y Alcázar de San Juan, y examina la belleza del paisaje, tan diferente del de su Alicante natal.

Mediante una narración en primera persona, Azorín nos conduce por La Mancha, y con sus detalladas descripciones de los campos y los pueblos nos hace sentirnos como si realmente estuviéramos allí y pudiéramos ver lo que él ve. Para sumergir aún más al lector en el viaje, hace numerosas alusiones al mismo, e incluso llega a narrar los hechos en segunda persona del plural en varias ocasiones, una forma de narración bastante rara en la literatura. Azorín se siente como el propio Alonso Quijano en su aventura, y llega a preguntarse qué pasaría por la mente del caballero andante mientras pisaba esas mismas tierras, e incluso se atreve a adivinar en algunas ocasiones cuáles serían estos pensamientos.

El viaje comienza en Argamasilla de Alba, pasando por el pequeño pueblo de Cinco Casas. Argamasilla es conocida históricamente como un pueblo de caballeros andantes, y Azorín no deja pasar la oportunidad de explicarnos por qué: el pueblo ha sufrido numerosas epidemias a lo largo de los años, lo que ha obligado a sus habitantes a trasladarse y reconstruir el pueblo varias veces. Sin embargo, el pueblo no ha cambiado apenas en los tres siglos que pasan desde que Cervantes escribiera El Quijote hasta que Azorín acude al lugar, y al escritor le parece un pueblo mágico, suspendido en el tiempo; por esta misma razón, un lugar digno de dar fruto a una figura como la de Don Quijote, ya que se dice que Cervantes escribió El Quijote aquí, basándose en la figura del aldeano Rodrigo de Pacheco.


En Argamasilla, al igual que en el resto de pueblos de su itinerario, Azorín conoce a varios lugareños, con los que traba una muy buena relación, a pesar de solo permanecer en el lugar un par de días. Estos personajes le cuentan la historia del pueblo y le enseñan los lugares que aparecen reflejados en la obra de Cervantes.
Azorín continúa su travesía hasta Puerto Lápice, al norte de Ciudad Real, limitando con Toledo. En esta ocasión, Azorín tiene la oportunidad de visitar la venta en la que Alonso Quijano fue nombrado caballero. El edificio está en ruinas, pero aún se pueden distinguir el suelo, el hueco del pozo y quedan en pie algunas paredes.

A continuación, Azorín abandona los vastos campos de cultivo y se interna en el verde y abundante follaje de los alrededores del pequeño pueblo de Ruidera, a la orilla del río Guadiana. Aquí, Azorín visita el Castillo de Peñarroya, cerca del cual tiene lugar la aventura de los seis batanes, donde Don Quijote cree oír gigantes cuando en realidad solo es el sonido de los mazos de los batanes al sonar. Más adelante, en esos mismos bosques, se encuentra la cueva de Montesinos, donde el caballero andante imagina ver todo tipo de situaciones fantásticas.

De nuevo, Azorín vuelve a recorrer los anchos, secos y llanos campos de La Mancha para llegar a Criptana, donde encontramos los molinos que Don Quijote confundió por gigantes. Y posteriormente llega a El Toboso, pueblo de nacimiento de la dama de Don Quijote, Dulcinea del Toboso. Azorín visita los restos de la casa de Dulcinea, y se sorprende de lo pequeño y derruido que está todo el pueblo, algo que achaca a la migración de la gente del pueblo a la ciudad.

Para terminar con su recorrido, Azorín se dirige a Alcázar de San Juan, pero antes pasa por la ermita de Cristo de Villajos, aún en Campos de Criptana. El viaje de Azorín finaliza en Alcázar de San Juan, donde se reúne con un grupo de lugareños para hablar de su aventura. Con ellos discute el origen de los personajes de Cervantes, pues se dice que Don Quijote nació de la figura de un habitante de Argamasilla de Alba, y que Sancho está basado en los lugareños de Criptana, donde todos tienen un carácter práctico, bondadoso y agudo, como el del propio Sancho; en El Toboso nació Dulcinea, y de esta tierra también eran algunos de los familiares del propio Cervantes. Por su parte, los habitantes de Alcázar de San Juan reivindican que Miguel de Cervantes en realidad nació allí, y no en Alcalá de Henares, y odian a los académicos por decir lo contrario. Ante todo esto, Azorín se limita a dar la razón a los manchegos, porque, ¿cómo sino podría conocer Cervantes tan bien las tierras de La Mancha si no era manchego?

Azorín acaba su viaje con una reflexión sobre la interpretación de El Quijote, que es la siguiente: “Y esta es la exaltación loca y baldía que Cervantes condenó en el Quijote; no aquel amor al ideal, no aquella audacia, no aquella confianza en nosotros mismos, no aquella vena ensoñadora, que tanto admira el pueblo inglés en nuestro hidalgo, que tan indispensables son para la realización de todas las grandes y generosas empresas humanas, y sin las cuales los pueblos y los individuos fatalmente van a la decadencia…

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- Artículo "El 98 de Don Quijote" por Pedro Pascual (Pdf). Link
- Página oficial de la Ruta del Quijote (requiere Flash). Link
- Texto completo del libro La ruta de Don Quijote (1905) de Azorín. Link