Pío Baroja fue
uno de los escritores españoles pertenecientes a la Generación del 98. Nació en
San Sebastián en 1872, hijo de una familia rica y aburguesada. En seguida tuvo
contacto con el mundo editorial, ya que su familia poseía una imprenta, y desde
muy joven se aficionó a la literatura, en especial los clásicos del siglo
XVIII, y posteriormente se interesó por la filosofía, decantándose siempre
hacia las partes más pesimistas.
Baroja
escribió artículos para diversos periódicos y revistas y en 1900 publicó su
primer libro, Vidas sombrías, una
recopilación de cuentos. Gracias a la publicación de este libro, Baroja entró
en contacto con otros autores de la Generación como Unamuno, Azorín o Maeztu.
Debido a que trabajó como corresponsal para el periódico El globo, tuvo la oportunidad de viajar a diversos países y
ciudades europeos, entre ellos Londres, lugar en el que se ambienta la
narración de La ciudad de la niebla.
En 1935 fue
admitido como miembro de la Real Academia Española, pero poco después, con el
estallido de la Guerra Civil, tuvo que exiliarse a Francia, donde trabajó como
profesor. A su vuelta tras la guerra, formó parte del Instituto de España,
donde se gestionaba la publicación de artículos en los periódicos para que
fueran favorables al Régimen. También continuó escribiendo, pero sus obras
sufrieron la censura del Franquismo.
Entre sus
obras destacan los cuentos breves y sus trilogías y tetralogías de novelas,
aunque estas agrupan a libros que muchas veces no tienen nada en común. Las más
conocidas son Tierra vasca, a la que
pertenece Zalacaín el aventurero
(1909); La lucha por la vida,
integrada por La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora roja (1904); y la trilogía de La raza, a la que pertenecen La dama errante (1908), La ciudad de la niebla (1909) y El árbol de la ciencia (1911).
En sus obras
aborda especialmente el realismo, centrándose en las descripciones de los paisajes
y las ciudades. Deja entrever una filosofía pesimista, y sus personajes suelen
ser marginales, que viven en ambientes pobres. Sin embargo, en sus obras
podemos ver la lucha de los personajes por escapar de la vida de pobreza,
aunque el pesimismo de Baroja los lleva a fracasar casi siempre. Baroja
utiliza sus obras como denuncia social contra la Iglesia y la burguesía, y
también deja entrever sus ideas liberales y socialistas.
Su obra La ciudad de la niebla puede
considerarse una novela realista debido a su temática. Ambientada en el
Londres de principios del siglo XX, Baroja se detiene en descripciones pormenorizadas
de los lugares más representativos de la ciudad. Así, encontramos la
descripción del Big Ben y el Palacio de Westminster, los muelles o «docks»,
los parques (en especial Hyde Park) y, cómo no, la niebla, que da nombre a la
novela.
Baroja se
centra especialmente en la descripción del paisaje en un inicio, dando una
visión panorámica de Londres, para luego describir las casas y vestimentas de
la alta burguesía, y por último los barrios bajos y la más cruda pobreza de los
habitantes londinenses. Todo ello marcado, por supuesto, con la presencia de
la niebla.
A lo largo de
la novela, se describen las vivencias de María y su padre y el resto de personajes
que estos se encuentran en Londres cuando llegan a esta ciudad después de huir
de España, donde se los asocia con un ataque en contra del Rey. Se establecen
numerosas comparaciones entre el Londres y el Madrid de la época, no solo en
los paisajes y ambientes, sino en la forma de comportarse de los españoles y
los ingleses, recurso que se utiliza tanto para ensalzar España como para
criticarla.
Entre los
temas que aborda la novela, el principal es la comparación entre clases
sociales, usada a modo de denuncia hacia los excesos de la clase alta y el
desprecio que tiene esta hacia la clase baja. También vemos, gracias al
personaje de María, un intento de evolución desde una clase inferior a una
superior, pero que por desgracia no es posible, reflejando así pesimismo, pero
también la crudeza de la vida real.
Hasta cierto
punto, La ciudad de la niebla también
puede ser considerada una novela filosófica o de ideología política. A lo
largo de la novela se nos presentan diversos temas filosóficos y morales,
aunque especialmente se centra en la lucha por la supervivencia y en qué estaría
dispuesto a hacer alguien para llevar una vida digna. Aquí se nos presentan dos
soluciones: luchar o someterse. El sometimiento lo vemos en el padre de María,
Enrique Aracil, quien decide casarse con una mujer rica para poner fin a sus
problemas económicos; por otra parte, María es el personaje luchador, que
intenta ganarse la vida por su cuenta, pero debido a todos los impedimentos que
se encuentra, finalmente decide abandonar y someterse también, casándose por
conveniencia.
Otra temática
importante es el fuerte contenido político-ideológico que encontramos hacia el
final de la novela, aunque se habla sobre el tema durante todo el argumento.
Baroja nos presenta numerosos diálogos en los que se discuten las ventajas y
desventajas del socialismo, una ideología que empezaba a florecer por entonces,
y al final de la novela vemos el anarquismo y la lucha contra el poder
establecido con los atentados y el tráfico de bombas. También se deja entrever,
dado que aparecen varios personajes rusos, cómo comienza a gestarse la
Revolución Rusa.
Una
característica curiosa del libro es la mezcla de puntos de vista en la
narración. El libro está estructurado en dos partes, y mientras que el primero
está narrado en primera persona desde el punto de vista de María, el personaje
principal; el segundo está narrado en tercera persona omnisciente. Al inicio de
la segunda parte, Baroja hace una intervención en la que reflexiona sobre las
descripciones de los escenarios y personajes que ha hecho hasta ahora. Esta
intervención se asemeja a una carta en respuesta ante un posible crítico,
donde Baroja se encarga de excusarse ante posibles errores y también aprovecha
para comparar la literatura actual con la clásica del Renacimiento. Las
intervenciones del autor se vuelven algo común a lo largo de la segunda parte,
donde Baroja aprovecha para reflexionar sobre las acciones de sus personajes y
sobre la vida en general mediante soliloquios de temática filosófica.
También llama
la atención la longitud de los capítulos, muy cortos, y la presencia de un
epílogo en el que se resuelve toda la acción en un final que mezcla el «Y
vivieron felices y comieron perdices» de los cuentos, con los finales más
agridulces propios del Realismo.
Como libro que
continúa la trilogía de La Raza, La
ciudad de la niebla está relacionada con el libro que la precede, La dama errante. Existe una continuidad
temporal, aunque nunca se llega a detallar qué ocurre exactamente en el anterior
libro, y también de personajes, pues vuelven a aparecer María y su padre y
también Iturrioz, que aparecían en la anterior novela.
La ciudad de la niebla es una novela que
sorprende, no solo por la forma en la que está narrada, sino por cómo se
desenvuelve el argumento. Que la acción comience iniciada, el cambio de
narración de la primera a la segunda parte de la novela, las descripciones que
detienen la acción y la intervención del autor en la mitad de la novela
mantienen el suspense y la atención del lector. Aunque sin duda lo que más
atrae la lectura es que el libro sea corto, con capítulos breves y fáciles de
leer y unas descripciones que te transportan inmediatamente a Londres.
Es posible que
Baroja falle a la hora de describirnos con exactitud a muchos personajes, pero
sí es capaz de hacer que nos identifiquemos con María, y esto es debido a que
se nos es presentado como un personaje humano, capaz de odiar las injusticias y
ser amable con aquellos que se lo merecen. Ser testigos de su evolución a lo largo
de la novela solo hace que nos metamos más en su piel, y que incluso lleguemos
a comprender su decisión final.
La crítica
hacia la alta burguesía también es llevada con éxito por Baroja. Con las
descripciones caricaturescas y algunas escenas incluso cómicas nos va
despertando el odio hacia estos personajes, que finalmente cristaliza con la
descripción de los barrios pobres y la injusticia presente en la sociedad
londinense, ante la que los aristócratas parecen estar ciegos.
En definitiva,
una gran obra que no solo se detiene en la crítica hacia la burguesía, sino que
nos permite disfrutar de los más bellos paisajes de Londres, descritos con gran
maestría por parte de Baroja.